Nadie se puede escudar en la libertad de expresión ni en su ateismo para poder intentar justificar el libertinaje no sólo íntimo o privado, sino totalmente público, influyendo negativa y perversamente en millones de personas de todas las edades. Un mínimo de honestidad moral natural, de inteligencia, de bondad y de limpieza de intenciones y de conducta, impedirían pensar en este tipo de producciones y menos en producirlas y distribuirlas por el mundo. Si esto no funciona, la justicia humana debiera impedirlo ydebiera sancionarlo con toda severidad. Todos debiéramos negarle el mínimo apoyo y tolerancia a estos, en verdad, delincuentes mayores; y exigir a las autoridades que cumplan con su obligación de defender a la sociedad.
La producción, la difusión y la venta de materia como ésta, no sólo constituye un pecado que clama al Cielo; una perversión, sometimiento de menores a una explotación inicua y de otros de toda edad a la corrupción más aberrante, por lo que nólo los responsables son sujetos de penas legales de carácter nacional e internacional, sino los que adquieren estos materiales también se convierten en sus cómplices.
Nadie se puede escudar en la libertad de expresión ni en su ateismo para poder intentar justificar el libertinaje no sólo íntimo o privado, sino totalmente público, influyendo negativa y perversamente en millones de personas de todas las edades. Un mínimo de honestidad moral natural, de inteligencia, de bondad y de limpieza de intenciones y de conducta, impedirían pensar en este tipo de producciones y menos en producirlas y distribuirlas por el mundo. Si esto no funciona, la justicia humana debiera impedirlo ydebiera sancionarlo con toda severidad. Todos debiéramos negarle el mínimo apoyo y tolerancia a estos, en verdad, delincuentes mayores; y exigir a las autoridades que cumplan con su obligación de defender a la sociedad.
ResponderEliminarLa producción, la difusión y la venta de materia como ésta, no sólo constituye un pecado que clama al Cielo; una perversión, sometimiento de menores a una explotación inicua y de otros de toda edad a la corrupción más aberrante, por lo que nólo los responsables son sujetos de penas legales de carácter nacional e internacional, sino los que adquieren estos materiales también se convierten en sus cómplices.
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