No es tan sencillo, como que el silencio de muchos sea el responsable de la reacción criminal de alguien que se considera atacado por uno sólo en cualquiera de los extremos que se quiera proponer. En el presente caso, los extremos son, por un lado la conducta que se puede considerar censurable, y en el otro extremo, la censora; o sea, el mal y el bien. El censurado se siente herido y recriminado, y se rebela contra la imagen del bien , de lo correcto y noble; sabe que está en el lado del mal, pero le desagrada que se lo digan publicamente; y lo que sí lo puede exasperar es que la inmensa mayoría parezca - o sea . indiferente y hasta permisiva, salvo aquel que habla en voz alta y para una gran audiencia. Quizá, si se considerara "censurado" por muchos, se rebelaría y atacaría, de una u otra forma, a varios de los que considera sus "censores".
En cierta forma, quien sabe que - en el fondo - está del lado erróneo, y que la sociedad - en general - es o parece permisiva con él, se rebela terriblemente contra un aparente solitario censor.
No es tan sencillo, como que el silencio de muchos sea el responsable de la reacción criminal de alguien que se considera atacado por uno sólo en cualquiera de los extremos que se quiera proponer. En el presente caso, los extremos son, por un lado la conducta que se puede considerar censurable, y en el otro extremo, la censora; o sea, el mal y el bien. El censurado se siente herido y recriminado, y se rebela contra la imagen del bien , de lo correcto y noble; sabe que está en el lado del mal, pero le desagrada que se lo digan publicamente; y lo que sí lo puede exasperar es que la inmensa mayoría parezca - o sea . indiferente y hasta permisiva, salvo aquel que habla en voz alta y para una gran audiencia. Quizá, si se considerara "censurado" por muchos, se rebelaría y atacaría, de una u otra forma, a varios de los que considera sus "censores".
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