Como muchos, la gran mayoría o todos, los orgullosos antiguos alumnos de la Pontificia Universidad Católica del Perú, sentimos que solapada, insidiosa y sigilosamente nos han robado y, más que a nosotros, al pueblo católico, y a la Iglesia Católica, nuestra Universidad en el Perú. Nuestro Cardenal Juan Luis Cipriani fue la última autoridad de nuestra Iglesia en dar la lucha para no perderla, cuando previamente ya se estaba claudicando ante el enemigo. Pero ya posteriormente, fue la rendición total, Alguien tendrá que hacer la historia de esta ignominia. ¿Por qué se dió esta renuncia tan vergonzosa? ¿Qué fue de tantos nobles y auténticos maestros de nuestra Universidad?, ¿por qué callaron y no protestaron? Hubo un pequeño grupo, formado sobre todo por alumnos, que trató de defender la voluntad de los donantes fundadores, pero carecieron del respaldo de los grandes maestros de la Universidad, pero quizá estos ya no existían o estaban ausentes, y, también, carecían de discípulos valiosos presentes. Asistimos hoy a una claudicación más.
Es una pena que la que fuera la Universidad más prestigiosa del Perú, se encuentre en franco deterioro académico, espiritual y moral, ¿Qué pensarían sus fundadores si vieran su estado presente? Ni siquiera se ha librado de escándalos económicos, parte de su deterioro moral y del abandono de la austeridad, una característica propia durante muchos años.
La modificación del logo de esta universidad, es sólo un indicio de algo mucho más importante: los desafortunados cambios en su misma esencia, en su alma, en la conducta y las enseñanzas de sus líderes y maestros, del alma y los sueños de sus mismos alumnos. Todos ellos debieran ser ejemplo de cristianos, de aspirantes a una formación excelente que los capacite para ser los perfectos conductores de los pobladores de su patria hacia una civilización mejor y embebida de auténtico cristianismo; por algo debiera ser ejemplo de una gran Universidad confesional.
Hace mucho tiempo que se permitió que esta Universidad de la Iglesia Católica, creada bajo el patrocinio de cristianos que soñaron que ella fuera un faro de civilización cristiana en el Perú, dejara insensiblemente ese rumbo. Y, en verdad, personajes nada cristianos la trastocaron sin que los representantes de la jerarquía eclesiástica, sus verdaderos responsables, hicieran lo que les correspondía. El Cardenal Cipriani quiso dar la pelea, y logró hasta el firme respaldo de veredictos judiciales, pero sus sucesores no tuvieron la misma entereza y claudicaron ante los usurpadores, salvo opinión más acertada.
El asunto de este logo es sólo una insignificancia en comparación con la gran trascendencia de todo lo demás, como educación de la más alta calidad, valores cristianos en maestros y alumnado, conductas intachables, prestigio nacional e internacional, que se ha perdido y que no se quiso seguir luchando para su recuperación (cuando la ley y los tribunales daban la razón a la justicia).
La situación real dea que fuera renombrada PUCP es mucho más seria y más grave que los detalles del logotipo con que se identificara durante tantos años, hasta que su esencia misma fuera trastocada y se abandonaran los esfuerzos para su recuperación.
6 comentarios:
Como muchos, la gran mayoría o todos, los orgullosos antiguos alumnos de la Pontificia Universidad Católica del Perú, sentimos que solapada, insidiosa y sigilosamente nos han robado y, más que a nosotros, al pueblo católico, y a la Iglesia Católica, nuestra Universidad en el Perú. Nuestro Cardenal Juan Luis Cipriani fue la última autoridad de nuestra Iglesia en dar la lucha para no perderla, cuando previamente ya se estaba claudicando ante el enemigo. Pero ya posteriormente, fue la rendición total, Alguien tendrá que hacer la historia de esta ignominia. ¿Por qué se dió esta renuncia tan vergonzosa? ¿Qué fue de tantos nobles y auténticos maestros de nuestra Universidad?, ¿por qué callaron y no protestaron? Hubo un pequeño grupo, formado sobre todo por alumnos, que trató de defender la voluntad de los donantes fundadores, pero carecieron del respaldo de los grandes maestros de la Universidad, pero quizá estos ya no existían o estaban ausentes, y, también, carecían de discípulos valiosos presentes. Asistimos hoy a una claudicación más.
Es una pena que la que fuera la Universidad más prestigiosa del Perú, se encuentre en franco deterioro académico, espiritual y moral, ¿Qué pensarían sus fundadores si vieran su estado presente? Ni siquiera se ha librado de escándalos económicos, parte de su deterioro moral y del abandono de la austeridad, una característica propia durante muchos años.
La modificación del logo de esta universidad, es sólo un indicio de algo mucho más importante: los desafortunados cambios en su misma esencia, en su alma, en la conducta y las enseñanzas de sus líderes y maestros, del alma y los sueños de sus mismos alumnos. Todos ellos debieran ser ejemplo de cristianos, de aspirantes a una formación excelente que los capacite para ser los perfectos conductores de los pobladores de su patria hacia una civilización mejor y embebida de auténtico cristianismo; por algo debiera ser ejemplo de una gran Universidad confesional.
Hace mucho tiempo que se permitió que esta Universidad de la Iglesia Católica, creada bajo el patrocinio de cristianos que soñaron que ella fuera un faro de civilización cristiana en el Perú, dejara insensiblemente ese rumbo. Y, en verdad, personajes nada cristianos la trastocaron sin que los representantes de la jerarquía eclesiástica, sus verdaderos responsables, hicieran lo que les correspondía. El Cardenal Cipriani quiso dar la pelea, y logró hasta el firme respaldo de veredictos judiciales, pero sus sucesores no tuvieron la misma entereza y claudicaron ante los usurpadores, salvo opinión más acertada.
El asunto de este logo es sólo una insignificancia en comparación con la gran trascendencia de todo lo demás, como educación de la más alta calidad, valores cristianos en maestros y alumnado, conductas intachables, prestigio nacional e internacional, que se ha perdido y que no se quiso seguir luchando para su recuperación (cuando la ley y los tribunales daban la razón a la justicia).
La situación real dea que fuera renombrada PUCP es mucho más seria y más grave que los detalles del logotipo con que se identificara durante tantos años, hasta que su esencia misma fuera trastocada y se abandonaran los esfuerzos para su recuperación.
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