No soy uno de los católicos de Lima, o del Perú, que confíe, Dios me perdone por lo que voy a escribir, en el espíritu devoto de nuestro Arzobispo y en su interés en reanudar la apertura de nuestros templos; pero sí temo, seriamente, que el reinicio de reuniones de fielas - aún con aplicación estricta de las recomendaciones sanitarias - no estaría exenta de la posibilidad de contagio de la pandemia, sobre todo a adultos mayores o personas con algunas de las condiciones que implican riesgos mayores. Y, de esto se culparía a la Iglesia y a la religiosidad de las personas; lo que debiéramos evitar. Más bien, el Arzobispado debiera hacer todo lo posible para que manifestaciones de actos litúrgicos y devociones, estén fácilmente accesibles a los fieles, sin complicaciones como el uso de Internet, no accesible fácilmente a todos.
Los medios de comunicación realizan un valioso servicio a los enfermos y a los que no pueden ir a la iglesia, y han prestado un gran servicio en la transmisión de la Santa Misa en un momento en que no era posible celebrarla comunitariamente, ninguna transmisión es equiparable a la participación personal o puede sustituirla. Por el contrario, con estas transmisiones, solas, hacen que se corra el riesgo de alejarnos del encuentro personal e íntimo con el Dios encarnado que se nos ha entregado no de forma virtual, sino real. Y, si se guarda la debida atención de las normas de higiene y seguridad, no puede conducir a la abolición de los gestos y ritos.
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No soy uno de los católicos de Lima, o del Perú, que confíe, Dios me perdone por lo que voy a escribir, en el espíritu devoto de nuestro Arzobispo y en su interés en reanudar la apertura de nuestros templos; pero sí temo, seriamente, que el reinicio de reuniones de fielas - aún con aplicación estricta de las recomendaciones sanitarias - no estaría exenta de la posibilidad de contagio de la pandemia, sobre todo a adultos mayores o personas con algunas de las condiciones que implican riesgos mayores. Y, de esto se culparía a la Iglesia y a la religiosidad de las personas; lo que debiéramos evitar. Más bien, el Arzobispado debiera hacer todo lo posible para que manifestaciones de actos litúrgicos y devociones, estén fácilmente accesibles a los fieles, sin complicaciones como el uso de Internet, no accesible fácilmente a todos.
Los medios de comunicación realizan un valioso servicio a los enfermos y a los que no pueden ir a la iglesia, y han prestado un gran servicio en la transmisión de la Santa Misa en un momento en que no era posible celebrarla comunitariamente, ninguna transmisión es equiparable a la participación personal o puede sustituirla. Por el contrario, con estas transmisiones, solas, hacen que se corra el riesgo de alejarnos del encuentro personal e íntimo con el Dios encarnado que se nos ha entregado no de forma virtual, sino real. Y, si se guarda la debida atención de las normas de higiene y seguridad, no puede conducir a la abolición de los gestos y ritos.
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