Si los propios familiares, responsables inmediatos del amoroso cuidado de sus ancianos, con los que debieran estar agradecidos por todo lo que en el pasado (y no sólo remoto) recibieron de ellos, puedieran ser crueles e inhumanos para con ellos, o consideran que es suficiente con depositarlos en "hogares" ad-hoc en manos de personal no siempre idóneo, indiferente, hasta desconsiderado, y perverso (abusadores de la real incapacidad de las víctima para defenderse y protestar), ¿qué será cuando los cuidadores son sólo parte, carente de los más elementales sentimientos humanitarios, resentida o descontenta, de organismos estatales, sin presupuestos apropiados y sin mayor supervisión? La reciente pandemia ha descubierto todo aquello que parecía oculto sobre la verdadera realidad de estos lugares, reflejado en la altísima mortalidad ocurrida, aún en los países más desarrollados y ricos.
Que cosa tan terrible, y que se suele ignorar, quizá porque la sociedad no la quiere ver, y también porque no quiere pensar en que todos podemos llegar a la ancianidad y a la desprotección.
Este tema merece una discusión pública muy seria. El mundo ha sido testigo de la mortandad entre adultos mayores "bajo la protección y cuidado" de no pocas organizaciones estatales y privadas.
Las abominaciones de la vida contemporánea incluyen ésta, la del descarte de las personas mayores y la de los minusválidos, aún de la propia familia, como parte de la destrucción de la llamada civilización occidental y cristana que tuviéramos como cúspide reciente de la civilización y la cultura universales y de la que nos vanagloriabamos. La situación ha llegado hasta el punto que los políticos ofrecieron, y con ello ganaron elecciones , "hogares substitutos", no "asilos", para la creciente población de adultos mayores. La realidad triste y cruel ha sido que estos lugares se convirtieron en depósitos nada humanos de estas pobres personas, como lo ha demostrado lastimosamente la última gran pandemia en los países más desarrollados del mundo, para no hablar de los otros. La ayuda está en volver a tener conciencia real de que los adultos mayores no son unos seres descartables, ni tampoco merecedores de la eutanasia más criminal.
Tema muy doloroso, pero real, de existencia universal y cotiddiananamente, de parte de descendientes y otros parientes, como de cuidadores, en el hogar y en instituciones dedicadas al "cuidado y protección" de ancianos sin parientes (o a quienes éstos no pueden o no quieren atender).
5 comentarios:
Si los propios familiares, responsables inmediatos del amoroso cuidado de sus ancianos, con los que debieran estar agradecidos por todo lo que en el pasado (y no sólo remoto) recibieron de ellos, puedieran ser crueles e inhumanos para con ellos, o consideran que es suficiente con depositarlos en "hogares" ad-hoc en manos de personal no siempre idóneo, indiferente, hasta desconsiderado, y perverso (abusadores de la real incapacidad de las víctima para defenderse y protestar), ¿qué será cuando los cuidadores son sólo parte, carente de los más elementales sentimientos humanitarios, resentida o descontenta, de organismos estatales, sin presupuestos apropiados y sin mayor supervisión? La reciente pandemia ha descubierto todo aquello que parecía oculto sobre la verdadera realidad de estos lugares, reflejado en la altísima mortalidad ocurrida, aún en los países más desarrollados y ricos.
Que cosa tan terrible, y que se suele ignorar, quizá porque la sociedad no la quiere ver, y también porque no quiere pensar en que todos podemos llegar a la ancianidad y a la desprotección.
Este tema merece una discusión pública muy seria. El mundo ha sido testigo de la mortandad entre adultos mayores "bajo la protección y cuidado" de no pocas organizaciones estatales y privadas.
Las abominaciones de la vida contemporánea incluyen ésta, la del descarte de las personas mayores y la de los minusválidos, aún de la propia familia, como parte de la destrucción de la llamada civilización occidental y cristana que tuviéramos como cúspide reciente de la civilización y la cultura universales y de la que nos vanagloriabamos. La situación ha llegado hasta el punto que los políticos ofrecieron, y con ello ganaron elecciones , "hogares substitutos", no "asilos", para la creciente población de adultos mayores. La realidad triste y cruel ha sido que estos lugares se convirtieron en depósitos nada humanos de estas pobres personas, como lo ha demostrado lastimosamente la última gran pandemia en los países más desarrollados del mundo, para no hablar de los otros. La ayuda está en volver a tener conciencia real de que los adultos mayores no son unos seres descartables, ni tampoco merecedores de la eutanasia más criminal.
Tema muy doloroso, pero real, de existencia universal y cotiddiananamente, de parte de descendientes y otros parientes, como de cuidadores, en el hogar y en instituciones dedicadas al "cuidado y protección" de ancianos sin parientes (o a quienes éstos no pueden o no quieren atender).
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