Desencadenar una guerra de agresión y de conquista, es de por sí un real acto delictivo, viendo las cosa desde el simple punto de vista legal, Muchísimo más grave es si tomamos las cosas desde el punto de vista moral, espiritual y religioso. Y no es lo mismo ser el atacante que el defensor. Y esta guerra no es una iniciada hace un año o algo así, sino una con antecedentes hace más de 8 años. y muy conscientemente. Muchos países callan , ante los tan lamentables acontecimientos; pero nadie tiene justificación para la complicidad y la tolerancia para el abuso y delitos graves e irreparables.
Iniciar una guerra, dar el primer paso de una casi interminable sucesión de agresiones que van desde las medidas económicas, políticas y sociales en perjuicio de otra nación, con sus secuelas de destrucción de edificios de hogares, fábricas, escuelas, hospitales, carreteras, puentes, aeropuertos, y la cantidad de muertos, heridos, mutilados, familias destruidas (pérdida de padres y de hijos), con los daños morales y psicológicos consiguientes, tanto en el lado agredido como en el mismo agresor, es una decisión gravísima para la que no existe jamás alguna justificación suficiente ni para la tampoco existe una sanción capaz de compensar el más ínfimo de los daños. Creo que ni el Dios más misericordioso pudiera otorgarle algún perdón.
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Desencadenar una guerra de agresión y de conquista, es de por sí un real acto delictivo, viendo las cosa desde el simple punto de vista legal, Muchísimo más grave es si tomamos las cosas desde el punto de vista moral, espiritual y religioso. Y no es lo mismo ser el atacante que el defensor. Y esta guerra no es una iniciada hace un año o algo así, sino una con antecedentes hace más de 8 años. y muy conscientemente. Muchos países callan , ante los tan lamentables acontecimientos; pero nadie tiene justificación para la complicidad y la tolerancia para el abuso y delitos graves e irreparables.
Iniciar una guerra, dar el primer paso de una casi interminable sucesión de agresiones que van desde las medidas económicas, políticas y sociales en perjuicio de otra nación, con sus secuelas de destrucción de edificios de hogares, fábricas, escuelas, hospitales, carreteras, puentes, aeropuertos, y la cantidad de muertos, heridos, mutilados, familias destruidas (pérdida de padres y de hijos), con los daños morales y psicológicos consiguientes, tanto en el lado agredido como en el mismo agresor, es una decisión gravísima para la que no existe jamás alguna justificación suficiente ni para la tampoco existe una sanción capaz de compensar el más ínfimo de los daños. Creo que ni el Dios más misericordioso pudiera otorgarle algún perdón.
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