La prudencia se impone, sobre todo cuando la cuarentena dispuesta ha sido empleada mal por el Estado (desidia, lenta e ineficiente reacción, incapacidad para proteger al personal arriesgando sus vidas oportuna y apropiadamente, una ibexplicable lentitud para habilitar lugares para atención apropiada a las pobres víctimas, corrupción) y por la propia ciudadanía. Además, carecemos de cifras estadísticas confiables, tenemos la obligación de ser honestos. Puede ampliarse las horas de atención de muchas cosas vitales (mercados, farmacias, bancos y otras de las actividades esenciales económicas indispensables para impulsar la economía del país). Cortar la cuarentena ahora sería demasiado imprudente y podría arriesgarnos a caer en una segunda ola para la que no estamos nada preparados.
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La prudencia se impone, sobre todo cuando la cuarentena dispuesta ha sido empleada mal por el Estado (desidia, lenta e ineficiente reacción, incapacidad para proteger al personal arriesgando sus vidas oportuna y apropiadamente, una ibexplicable lentitud para habilitar lugares para atención apropiada a las pobres víctimas, corrupción) y por la propia ciudadanía. Además, carecemos de cifras estadísticas confiables, tenemos la obligación de ser honestos. Puede ampliarse las horas de atención de muchas cosas vitales (mercados, farmacias, bancos y otras de las actividades esenciales económicas indispensables para impulsar la economía del país). Cortar la cuarentena ahora sería demasiado imprudente y podría arriesgarnos a caer en una segunda ola para la que no estamos nada preparados.
Y, por ahora, actuando apropiadamente para luego reevaluar la situación.
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