Felizmente, Benedicto XVI nos sigue iluminando con su sabiduría, una vez más. No es imaginable que seres humanos que podemos imaginar inteligentes puedan crear leyes políticas aberrantes como el inconcebible "matrimonio" homosexual. ¿Cómo y cuánto se puede trastornar la mente de tantos hombres como para llegar a aceptar y proponer que se legalice tan grande anomalía y perversión, que mentalidades no mayormente "educadas" pero normales y sanas, a lo largo de la historia de la humanidad, han rechazado por ser gravísimas alteraciones del comportamiento y de la moral más esencialmente normales y no perversas.
No se necesita ser un filósofo profundo, ni ser una personalidad de la elevada jerarquía intelectual, espiritual y moral de Benedicto XVI, para desaprobar rotundamente los llamados "matrimonios" homosexuales. Una inteligencia normal y un equilibrio moral elemental, asociados a rudimentos de lo que es la biología humana, es todo lo que se necesita y basta para repudiar la sola idea de la posibilidad de la unión homosexual y mucho más la de un "matrimonio" homosexual. Por supuesto que, a quien además tenga, no sólo moral natural sino también religiosa de alguna nobleza, ni se le cruzará por la mente la sola posibilidad de dicha forma de "matrimonio" aceptable a Dios. Tiene que existir un cierto grado de depravación moral, para pensar de otra manera.
Legalizar, como consentir la vigencia plena de todas estas y otras tantas y variadas anomalías sexuales, no es un ejemplo de civilización o de justicia social para con todos quienes las padecen. Alentar los esfuerzos científicos serios que lleven a la comprensión de sus causas y mecanismos, y que puedan permitir llegar a su corrección y tratamiento, es lo que un mundo civilizado y humanitario debiera realmente perseguir.
3 comentarios:
Felizmente, Benedicto XVI nos sigue iluminando con su sabiduría, una vez más. No es imaginable que seres humanos que podemos imaginar inteligentes puedan crear leyes políticas aberrantes como el inconcebible "matrimonio" homosexual. ¿Cómo y cuánto se puede trastornar la mente de tantos hombres como para llegar a aceptar y proponer que se legalice tan grande anomalía y perversión, que mentalidades no mayormente "educadas" pero normales y sanas, a lo largo de la historia de la humanidad, han rechazado por ser gravísimas alteraciones del comportamiento y de la moral más esencialmente normales y no perversas.
No se necesita ser un filósofo profundo, ni ser una personalidad de la elevada jerarquía intelectual, espiritual y moral de Benedicto XVI, para desaprobar rotundamente los llamados "matrimonios" homosexuales. Una inteligencia normal y un equilibrio moral elemental, asociados a rudimentos de lo que es la biología humana, es todo lo que se necesita y basta para repudiar la sola idea de la posibilidad de la unión homosexual y mucho más la de un "matrimonio" homosexual. Por supuesto que, a quien además tenga, no sólo moral natural sino también religiosa de alguna nobleza, ni se le cruzará por la mente la sola posibilidad de dicha forma de "matrimonio" aceptable a Dios. Tiene que existir un cierto grado de depravación moral, para pensar de otra manera.
Legalizar, como consentir la vigencia plena de todas estas y otras tantas y variadas anomalías sexuales, no es un ejemplo de civilización o de justicia social para con todos quienes las padecen. Alentar los esfuerzos científicos
serios que lleven a la comprensión de sus causas y mecanismos, y que puedan permitir llegar a su corrección y tratamiento, es lo que un mundo civilizado y humanitario debiera realmente perseguir.
Publicar un comentario