Ningún cristiano puede creer en supersticiones de ninguna clase. Esto debe ser repetido muy a menudo, debido a que hay una tendencia extendida a aceptarlas como "juegos inocentes".
Es muy bueno recordarlo y hasta repetirlo a menudo, porque en esta época de materialismo desbocado y de abandono de la religiosidad, paradógicamente o por esta misma causa, asistimos al incremento en la creencia en muchas de estas supersticioes, que hasta llegan a tener cabida en los medios de comunicación masiva (donde no se acogen temas religiosos).
Las supersticiones mencionadas son muy populares, hoy en día, en la población general, muchos de los cuales se autodenominan "católicos". Es bueno recordar, a todos, la verdadera naturaleza de todas ellas, sólo creibles por personas ingenuas e ignorantes. Los verdaderamente educados e inteligentes, cristianos o no, debieran ignorarlas.
La creencia en supersticiones, irrazonables por completo, es algo que afecta mucho al mundo contemporáneo; incrédulo, por otra parte, para muchas otras cosas que sí son fundamentales para nuestra existencia.
4 comentarios:
Ningún cristiano puede creer en supersticiones de ninguna clase. Esto debe ser repetido muy a menudo, debido a que hay una tendencia extendida a aceptarlas como "juegos inocentes".
Es muy bueno recordarlo y hasta repetirlo a menudo, porque en esta época de materialismo desbocado y de abandono de la religiosidad, paradógicamente o por esta misma causa, asistimos al incremento en la creencia en muchas de estas supersticioes, que hasta llegan a tener cabida en los medios de comunicación masiva (donde no se acogen temas religiosos).
Las supersticiones mencionadas son muy populares, hoy en día, en la población general, muchos de los cuales se autodenominan "católicos". Es bueno recordar, a todos, la verdadera naturaleza de todas ellas, sólo creibles por personas ingenuas e ignorantes. Los verdaderamente educados e inteligentes, cristianos o no, debieran ignorarlas.
La creencia en supersticiones, irrazonables por completo, es algo que afecta mucho al mundo contemporáneo; incrédulo, por otra parte, para muchas otras cosas que sí son fundamentales para nuestra existencia.
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