La ruptura del orden democrático, constitucional y civilizado, ejecutada por Vizcarra, luego de haber maniobrado libremente, a su antojo, empleando sin limitaciones todos los recursos del estado, vista con imparcialidad por los observadores políticos internacionales más calificados y serios, no es otra cosa que una dictadura, y por las características y antecedentes de Vizcarra, sus colaboradores y socios oportunistas, todos sin ningún prestigio democrático, solvencia moral ni ética, está condenada a perjudicar más al Perú que el daño ya realizado a lo largo de los últimos ocho años. El tribunal constitucional, conforme está constituido, no tiene la independencia ni la solvencia éticas, jurídicas ni políticas requeridas para actuar de menera justa y ejemplar, que quede como una lección para la historia.
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La ruptura del orden democrático, constitucional y civilizado, ejecutada por Vizcarra, luego de haber maniobrado libremente, a su antojo, empleando sin limitaciones todos los recursos del estado, vista con imparcialidad por los observadores políticos internacionales más calificados y serios, no es otra cosa que una dictadura, y por las características y antecedentes de Vizcarra, sus colaboradores y socios oportunistas, todos sin ningún prestigio democrático, solvencia moral ni ética, está condenada a perjudicar más al Perú que el daño ya realizado a lo largo de los últimos ocho años. El tribunal constitucional, conforme está constituido, no tiene la independencia ni la solvencia éticas, jurídicas ni políticas requeridas para actuar de menera justa y ejemplar, que quede como una lección para la historia.
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