Esto es considerando las cifras disminuídas que reconoce el gobierno peruano. Un eswcándalo mundial ocurrirá cuando se tome en cuenta las verdaderas cifras de mortalidad por la epidemia en el Perú. Sin embargo, los responsables, aún los que no han tenido más remedio que renunciar o "ser renunciados", siguen de la manera más desaprensiva y alegre sus vidas prósperas y felices, en nuevos cargos, dentro y fuera del país, hasta mejor remunerados, ante el asombro, que ya comienza a ser protesta y malestar serios, de la ciudadanía responsable y consciente del Perú.
Estos análisis internacionales, utilizando información oficial peruana nos muestran lo mal que el gobierno peruano (desde su cabeza, ministros todos, sus íntimos asesores y consejeros, y hasta el último de los parientes, amigos, paisanos y demás colaboradores) no ha tenido capacidad suficiente para poder manejar, o siquiera hacer menos grave, la pandemia en el Perú. Evidencia real, aunque disimulada en lo posible, son los miles de muertos (en calles, siendo transportados en busca de atención que no les llegaba, en sus domicilios, en las puertas de los hospitales, en corredores, patios y salas hospitalarias; en los enfermos sin medicinas ni oxígeno, ni siquiera una atención conpasiva y humanitaria; en sus desesperados familiares; y ahora, además, en una crisis económica y social sin precedentes.
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Esto es considerando las cifras disminuídas que reconoce el gobierno peruano. Un eswcándalo mundial ocurrirá cuando se tome en cuenta las verdaderas cifras de mortalidad por la epidemia en el Perú. Sin embargo, los responsables, aún los que no han tenido más remedio que renunciar o "ser renunciados", siguen de la manera más desaprensiva y alegre sus vidas prósperas y felices, en nuevos cargos, dentro y fuera del país, hasta mejor remunerados, ante el asombro, que ya comienza a ser protesta y malestar serios, de la ciudadanía responsable y consciente del Perú.
Estos análisis internacionales, utilizando información oficial peruana nos muestran lo mal que el gobierno peruano (desde su cabeza, ministros todos, sus íntimos asesores y consejeros, y hasta el último de los parientes, amigos, paisanos y demás colaboradores) no ha tenido capacidad suficiente para poder manejar, o siquiera hacer menos grave, la pandemia en el Perú. Evidencia real, aunque disimulada en lo posible, son los miles de muertos (en calles, siendo transportados en busca de atención que no les llegaba, en sus domicilios, en las puertas de los hospitales, en corredores, patios y salas hospitalarias; en los enfermos sin medicinas ni oxígeno, ni siquiera una atención conpasiva y humanitaria; en sus desesperados familiares; y ahora, además, en una crisis económica y social sin precedentes.
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