La baja natalidad en muchos países europeos está llevando, no lentamente, a la final extinción de su población original; la que ya está siendo reemplazada por inmigrantes que, muchas veces, no tienen ninguna relación - sino hasta una clara hostilidad - con la civilización que encuentran. Sería el fin de Europa tal cual la hemos conocido, y de la civilización occidental y cristiana. Ya ha comenzado..
La baja natalidad, junto con la desaparición de familias bien constituidas, o de toda familia, la "liberalización" de las costumbres, y la difusión de toda forma de aborto auspiciado por el Estado, acarrean una gran disminución e la natalidad. Esta disminución poblacional acarrea el que sea sustituida por las migraciones, muchas veces nada compatibles y hasta hostiles a la civilización occidental (y cristiana).
La migración masiva de multitudes totalmente extrañas, y hasta hostiles, a la civilización occidental, no es una solución para los problemas poblacionales europeos. Los naturales van a terminar siendo atacados por extraños fanáticos, militantes en aquello que les es más íntimo y propio: su identidad religiosa, su fe, sus templos, como ya está sucediendo, alentados por ahticristianos de la propia Europa. Estos migrantes, no sólo abusan de todos aquellos servicios gratuitos que encuentran, sino los quieren adaptar a su gusto, religión e identidad, y aspiran terminar por apoderarse del poder en cada país. No desean integrarse y compartir, sino ser los dueños.
En Europa, en estos tiempos, están sucediendo dos fenómenos simultáneos: la disminución importante de sus poblaciones originarias y la migración hacia ella de poblaciones extrañas y muy diferentes a las originarias en muchoa spectos. y esto no es una solución para nadie de los involucrados. Porque, muy desafortunadamente, las desgracias que llevan a las migraciónes masivas no encuentan solución, con éstas, a los problemas que las originan. Más bien, crean problemas a los países recipientes (a veces graves, como cuando los migrantes pretenden ser conquistadores agresivos) y también, porque muchas veces no solucionan los problemas de los migrantes sino les crean otros nuevos.
Ya hace unos 4 años, el obispo Munilla, dijo que la natalidad en España está en 1,25 hijos y los nacimientos han tenido un descenso de un 30% la última década; si el país no se beneficiaba por la natalidad de los inmigrantes, ese descenso en España habría alcanzado el 44%. Los Pontífices y la Iglesia, desde Juan XXIII hasta Francisco, han desarrollado una doctrina a favor de acoger e integrar a las personas. Pero, otro mensaje dado por ellos es que cada Estado tiene el derecho de regular los flujos migratorios.
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La baja natalidad en muchos países europeos está llevando, no lentamente, a la final extinción de su población original; la que ya está siendo reemplazada por inmigrantes que, muchas veces, no tienen ninguna relación - sino hasta una clara hostilidad - con la civilización que encuentran. Sería el fin de Europa tal cual la hemos conocido, y de la civilización occidental y cristiana. Ya ha comenzado..
La baja natalidad, junto con la desaparición de familias bien constituidas, o de toda familia, la "liberalización" de las costumbres, y la difusión de toda forma de aborto auspiciado por el Estado, acarrean una gran disminución e la natalidad. Esta disminución poblacional acarrea el que sea sustituida por las migraciones, muchas veces nada compatibles y hasta hostiles a la civilización occidental (y cristiana).
La migración masiva de multitudes totalmente extrañas, y hasta hostiles, a la civilización occidental, no es una solución para los problemas poblacionales europeos. Los naturales van a terminar siendo atacados por extraños fanáticos, militantes en aquello que les es más íntimo y propio: su identidad religiosa, su fe, sus templos, como ya está sucediendo, alentados por ahticristianos de la propia Europa. Estos migrantes, no sólo abusan de todos aquellos servicios gratuitos que encuentran, sino los quieren adaptar a su gusto, religión e identidad, y aspiran terminar por apoderarse del poder en cada país. No desean integrarse y compartir, sino ser los dueños.
En Europa, en estos tiempos, están sucediendo dos fenómenos simultáneos: la disminución importante de sus poblaciones originarias y la migración hacia ella de poblaciones extrañas y muy diferentes a las originarias en muchoa spectos. y esto no es una solución para nadie de los involucrados. Porque, muy desafortunadamente, las desgracias que llevan a las migraciónes masivas no encuentan solución, con éstas, a los problemas que las originan. Más bien, crean problemas a los países recipientes (a veces graves, como cuando los migrantes pretenden ser conquistadores agresivos) y también, porque muchas veces no solucionan los problemas de los migrantes sino les crean otros nuevos.
Ya hace unos 4 años, el obispo Munilla, dijo que la natalidad en España está en 1,25 hijos y los nacimientos han tenido un descenso de un 30% la última década; si el país no se beneficiaba por la natalidad de los inmigrantes, ese descenso en España habría alcanzado el 44%.
Los Pontífices y la Iglesia, desde Juan XXIII hasta Francisco, han desarrollado una doctrina a favor de acoger e integrar a las personas. Pero, otro mensaje dado por ellos es que cada Estado tiene el derecho de regular los flujos migratorios.
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