CARDENAL CIPRIANI VUELVE A DEFENDER SU INOCENCIA, ESTA VEZ FRENTE A LOS OBISPOS PERUANOS
4 comentarios:
Anónimo
dijo...
Para quienes no participamos de la vida y normas que regulan el comportamiento de los religiosos ante la autoridad de Roma, esta docilidad es asombrosa. Y, también asombra la tranquilidad con la que se comporta quien ejerce la autoridad, y pareciera ser hasta conocido y amigo del subordinado; por lo menos, antes de sentenciar, debiera haber promovido una muy seria investigación (hasta confidencial); y, peor, si no conversó primero, privadamente, con el acusado, hasta a quien conocía y del que parecía "amigo".
Ninguna autoridad, y mucho menos, la más alta de la jerarquía de la Iglesia Católica, la que era la más prestgiosa e intachable del mundo entero, puede devaluarse tan escandalosamente por un suceso como éste: sanciones muy duras ante una acusación no comprobada, y ni investigada.
Quizá no esté aprobado por las normas vaticanas, aparte de aceptar (y hasta agradecer) las sancones, sin objeción alguna. Pero es humanamente correcto, y justo, solicitar (y hasta exigir) una investigación muy seria por los cargo que se achacaron. Ya han pasado muchos años sin recibir una respuesta categórica y aclaratoria, ante la cristiandad toda y el mundo entero. Esto, lamentablemente, habla muy mal de todos los responsables. Y no basta un levantamiento parcial mde las sanciones, muy discretamente y muy tardía. Terriblemente injusto. .
Es muy feo y muy triste, para mí, lo que ha sucedido con una perssona como el Cardenal Cipriani. Ser separado de su cargo, alejado de su patria y desposeido de los honores inherentes a su tan elevado nombramiento, por una acusación de un delito, que hubiera ocurrido 35 años atrás, ni investigado y, por lo mismo tampoco comprobado, es algo - aparte de lo que pudiera establecer la jurisprudencia eclesiástica, tanto increible como injusto. Ahora, ya aireándose públicamente parte de los hechos, no nos queda más que esperar que todo se llegue a esclarecer, por el derecho de todo acusado, a recibir justicia debida, aún cuando los hechos deban ser tratados con el respeto y discreción merecidos.
4 comentarios:
Para quienes no participamos de la vida y normas que regulan el comportamiento de los religiosos ante la autoridad de Roma, esta docilidad es asombrosa. Y, también asombra la tranquilidad con la que se comporta quien ejerce la autoridad, y pareciera ser hasta conocido y amigo del subordinado; por lo menos, antes de sentenciar, debiera haber promovido una muy seria investigación (hasta confidencial); y, peor, si no conversó primero, privadamente, con el acusado, hasta a quien conocía y del que parecía "amigo".
Ninguna autoridad, y mucho menos, la más alta de la jerarquía de la Iglesia Católica, la que era la más prestgiosa e intachable del mundo entero, puede devaluarse tan escandalosamente por un suceso como éste: sanciones muy duras ante una acusación no comprobada, y ni investigada.
Quizá no esté aprobado por las normas vaticanas, aparte de aceptar (y hasta agradecer) las sancones, sin objeción alguna. Pero es humanamente correcto, y justo, solicitar (y hasta exigir) una investigación muy seria por los cargo que se achacaron. Ya han pasado muchos años sin recibir una respuesta categórica y aclaratoria, ante la cristiandad toda y el mundo entero. Esto, lamentablemente, habla muy mal de todos los responsables. Y no basta un levantamiento parcial mde las sanciones, muy discretamente y muy tardía. Terriblemente injusto.
.
Es muy feo y muy triste, para mí, lo que ha sucedido con una perssona como el Cardenal Cipriani. Ser separado de su cargo, alejado de su patria y desposeido de los honores inherentes a su tan elevado nombramiento, por una acusación de un delito, que hubiera ocurrido 35 años atrás, ni investigado y, por lo
mismo tampoco comprobado, es algo - aparte de lo que pudiera establecer la jurisprudencia eclesiástica, tanto increible como injusto. Ahora, ya aireándose públicamente parte de los hechos, no nos queda más que esperar que todo se llegue a esclarecer, por el derecho de todo acusado, a recibir justicia debida, aún cuando los hechos deban ser tratados con el
respeto y discreción merecidos.
Publicar un comentario